sábado, 19 de octubre de 2013

"La Hija de la Muerte", cuento adaptado.

Muchas veces, escuchamos algunos cuentos que nos parece que hemos escuchado con anterioridad, que nos causa cierto "deja vú", o simplemente hemos escuchado un cuento muy similar que sigue más o menos las mismas directrices. Hoy me han contado uno que me ha dejado esa sensación, y no he sido la única criatura a la que le ha pasado.

Los cuentos vienen y van, se transmiten de forma oral, a veces leídos de los propios libros, pero la gran mayoría de las veces son contados y cuando se cuentan cuentos a veces se cambian cosas, otras se eliminan y otras se añaden, y eso aporta mucha riqueza pues es curioso escuchar una misma historia contada por dos bocas distintas.

En ocasiones los humanos lo que hacéis es que para cambiar, contáis cuentos basados en otros cuentos, o adaptáis lo importante de uno de ellos a personajes y situaciones distintas. Hoy yo voy a intentar hacer lo mismo, esperando haber comprendido las claves para adaptar de forma adecuada un cuento.


He querido adaptarla para niños de 11 y 12 años, ya que, a parte de ser ya mayores como para no querer tirarme del rabo, también lo son como para que no les resulte muy "creepy" la temática del cuento. Actualmente podemos observar que, especialmente en la literatura juvenil, los vampiros, zombies, los góticos y en general las historias de seres sobrenaturales están muy de moda. Por lo tanto, por ellos, por esos niños de último ciclo preadolescentes... Una adaptación de un cuento folklóre a la orden del día.


Ésta no es una historia normal, como puede ser cualquier cuento. Ni siquiera en los comienzos se parece. Ésta historia es diferente, pues normalmente lo que nos cuentan suelen tratar sobre "vivos". Tampoco hablaremos de más muertos que los que puedan estar destinados a morir. Hablaremos de la misma Muerte, de cómo, por un desliz bastante humano, tuvo descendencia.

No sabría describiros cómo era ella, ni lo que era en realidad, ni siquiera podría describiros a la misma Muerte si lo quisiera. Algunos la representan con esqueleto y capa; para otros son demonios, y para otros pocos, sólo una luz. Siempre depende de quién la mire.

Supongo que con nuestra protagonista pasa lo mismo. Pero si podríamos decir que era etérea, y muy bella al parecer. La Hija de la Muerte no estaba ni muerta ni viva, sólo existía, y era esa situación la que le hacía anhelar una vida tan difícil de alcanzar como la luna.

Entiendan algo: por ser quien era, podía estar donde quisiera... es más, podía estar en varios sitios a la vez. Pero en su vida sólo se dedicaba a observar y a soñar con estar viva y ser humana.

Su padre apenas estaba con ella, pues era la Muerte y tenía mucho y contínuo trabajo que hacer. Los ratos que pasaban juntos eran cuando ella decidía acompañarle, sólo para acercarse a los recuerdos de los que pronto pasarían a estar muertos y olvidar. Sólo tenía que acercarse a una persona y tocarle la cabeza para "ver" cómo había transcurrido su vida. Encontró tantos recuerdos preciosos almacenados en las mentes de las personas, que en ocasiones se sorprendía pensando en ellos una y otra vez. Empezó a amar a las personas.

Así pasaban los días desde que nació. Una eternidad es mucho tiempo para vivir, y ella no tenía idea sobre su existir. Su padre por lo menos tenía una función, pero ella sólo se limitaba a viajar de un lado a otro y observar. Nunca supo cómo "nació" (si es que lo hizo...), ni quién era su madre. Intentar preguntarle a su padre habría sido tan exitoso como intentar incendiar el agua. A su padre no le gustaba nada que le mencionara la única debilidad humana que había tenido. Él sólo vivía para su trabajo.

Os cuento todo esto, porque debéis comprender que los motivos que impulsaron a la Hija de la Muerte a hacer lo que hizo, no es porque no quisiera a su padre o fuera infeliz, sino porque se sentía sola.

Y así comenzó todo. Cierto día (uno de esos en que la Hija de la Muerte acompañó a su padre), la Muerte comenzó a ver en ella algo diferente. Realmente no es que ella hubiera cambiado, sino que no se había dado cuenta hasta entonces. Se percató de que leía la mente de las personas a las cuales había llegado su hora y se fijó en que sonreía en ocasiones. Otras veces ponía una mueca de dolor cuando el desgarraba el alma del cuerpo mortal y se la llevaba al inframundo. Su Hija, se estaba humanizando.

Decidió que tal vez ya era la hora de iniciarla en su oficio. 14 años eran pocos, muy pocos (él por lo menos tenía pensado que a los 1400 años aprendiera algo), pero no podía dejar que los humanos ocuparan su pensamiento. Él bien sabía lo que era eso.

- Hija mía, te has hecho muy mayor. Si 14 años son muy pocos comparados con la eternindad, bien es verdad que se me han pasado como un suspiro. Has crecido muy deprisa y eres muy hermosa_ dijo la Muerte.

- Gracias papá_ Respondió ella mientras un sentimiento de inquietud le iba oprimiendo el pecho. Su padre rara vez la hablaba así.

- He pensado que, puesto que ya tienes mentalidad suficiente para entender mi función en el mundo, es hora de que comiences a aprender, y pronto, segar tu primera muerte. Mañana empezaremos.

Horrorizada ante la idea que su padre le proponía, miró para un lado tratando de serenarse, pues no quería contrariar a su padre, y le contestó:

- Claro padre, entiendo tus deseos. Pero, aunque tengo edad suficiente para saber cuan necesaria es tu labor, antes debo dominar otras artes que tu, por ser quien eres, tienes innatas. ¿Cómo voy a aprender a acechar a los vivos, si antes no se camuflarme y ser sigilosa?.

Su padre, anonadado por la respuesta tan sabia de su hija, respondió:

- Hablas como si llevaras milenios en la Tierra, querida. Así se hará. Aprenderás el sutil arte del camuflaje, del sigilo y de la invisibilidad.

Y así fue que la Muerte, pidió a innumerables criaturas que la enseñaran sus trucos, desde camaleones y otros reptiles, felinos, insectos, y también a los mejores ladrones.

Al año, ya no hubo más que aprender y el padre, en una de sus visitas a los mortales, la propuso ser ella quien cogiera la guadaña.

- Ya has aprendido a esconderte y poderte acercar sin que noten tu presencia. Ahora, coge la guadaña y úsala con este ser a quien ya le ha llegado la hora.

La muchacha tuvo que pensar rápido ésta vez, y cuando su padre le entregó la guadaña, se le ocurrió una idea.

- Claro padre, acercarme sin ser vista podré. Pero no seré capaz de levantar la guadaña más de un palmo. Pesa mucho para mí, no tengo brazos fuertes para usarla, y tampoco sabría cómo hacerlo, cómo manejarla y tener puntería. Podría hacerme daño, pues no soy como tu.

A lo que la muerte respondió:

- Tantas ganas tengo de que trabajes conmigo, que me olvido de lo especial y diferente que eres a mí_ respondió la Muerte_ Por supuesto, la guadaña no es un juguete, y menos ésta. Aprenderás a manejarla con los mejores segadores.

Así fue que la Muerte llamó a los hombres más fuertes para que entrenaran a su hija, pues ella (él) misma estaba demasiado ocupada para hacerlo.

Así, paso otro año. Cuando ya la vió preparada, se la llevó a un caso especial: la muerte de un rey suele ser un acontecimiento muy importante y pensó que sería el momento ideal para que ella siguiera sus pasos.

Al estar allí, la Hija de la Muerte se puso muy nerviosa. No se le ocurrían más excusas y no podía negarse a su padre, era demasiado poderoso. Así que, a pesar de que todo su cuerpo se estremecía y rugía de dolor, cogió la guadaña y sutilmente se acercó al rey. Estaba tendido en la cama, a punto de conciliar el sueño; se sentía inquieto sin saber la razón. Cuando ella le miró a los ojos, se sorprendió de verle tan joven. Así fue como se le ocurrió otra gran idea.

Bajó la guadaña y se acercó a su padre que la observaba un poco enfadado. Se armó de valor y le dijo:

- Padre, no puedo hacerlo. Puedo camuflarme y acercarme sin ser vista. Puedo levantar la guadaña y moverla con equilibrio y puntería. Pero aún no me has enseñado los misterios de la muerte y la longevidad. ¿Cómo voy a hacer bien mi trabajo si no tengo esos conocimientos? Si no se cuánto vive una mosca, ni conozco la enfermedad que mata a los seres vivos... ¿No cometeré errores y daré mas vida a quien no la tiene, y se la quitaré a quien la merece?.

- De nuevo tienes razón hija mía. Haremos una cosa: a partir de mañana vendrás a todas las muertes conmigo y te contaré el motivo de cada una de ellas. Así, yo mismo evaluaré cuando estés preparada, sin tener que dejar mi trabajo.

Y se fueron de allí olvidando completamente al rey que, por fin, se le había pasado la inquietud y lograba dormir.

Esa misma noche, la Hija de la Muerte hizo un plan de evasión. Cogió sus tres posesiones más preciadas: una rosa negra imperecedera regalo de su padre cuando cumplió su primera década; un reloj de arena que le recordaba la importancia del tiempo; y un naipe, un as de picas que perdió un mago que a ella le encantaba mirar de pequeña.

Cogió una capa gris y su vestido más humano y pensó en el primer bosque que se le ocurrió. Una vez allí, necesitaba camuflarse. Su padre la buscaría, era obvio, y puede que tardara menos de lo que ella pensaba por lo que debía actuar ya. 

Gracias a todo lo aprendido, se tiñó el pelo y la piel para parecer humana... era demasiado etérea para no llamar la atención. Se vistió y decidió que no utilizaría más el teletransporte para ir de un sitio a otro; puede que la Muerte supiera rastrearlo. Su principal miedo es que su padre diera al final con ella. Podía saber la ubicación de cada ser vivo, como era lógico, pero ella albergaba dudas sobre sí misma... ¿puede rastrear a alguien que no está ni vivo ni muerto?.

Por varias semanas vivió en el bosque, siempre atenta a la vida de los animales de su alrededor para no encontrarse en el lugar si su padre acudía a llevarse alguna vida. No tenía grandes necesidades, pues aunque lo hiciera, no precisaba comer ni beber, y tampoco dormir. Si lo hacía realmente es para mantenerse ocupada buscando sustento y para imitar la vida de las personas. Además aprendió a conocer bien el bosque y se sentía muy a gusto. Pero aún le faltaba algo.

Así que comenzó a rondar un pueblo que estaba cerca de donde ella estaba. Empezó a observar cómo se desenvolvían, el rol que ejercían cada uno de los habitantes, su personalidad, su jerarquía, su comportamiento... Aprendió el papel que tenían hombres y mujeres, cómo se educaban a los niños y las tareas que tenía cada miembro de una familia.

Cierto día un granjero que trabajaba en los campos de maíz se dio cuenta de su presencia. La saludó, pero la Hija de la Muerte, sorprendida, salió corriendo. Al día siguiente regresó y el mismo granjero volvió a saludarla obteniendo la misma reacción. Al tercer día, al volver, el granjero ya la estaba esperando. Le había dejado, en el sitio donde ella solía observar, un canastillo con una manzana tan dulce como roja, un trozo de pan, y un paquete envuelto en un paño que resultó ser queso y membrillo. Cuando el granjero la saludó, ésta vez ella le devolvió el saludo.

Pasaron varios días más antes de que se hablaran, y él siempre le dejaba algo de comida en su rincón. Cuando hablaron, él intento saber qué hacía una muchacha tan joven sóla y vagando por el bosque. Al no obtener respuesta, pues la Hija de la Muerte no era ni muy habladora ni obviamente le iba a decir quien era, la invitó a vivir en su casa siempre que le ayudara en las labores del hogar.

Al principio, le asignaban tareas como limpiar la casa, hacer recados, ordeñar o cocinar. Pero cierto día el granjero la pidió que le acompañara al campo, y, después de ver como manejaba la guadaña, decidió que esa tarea estaba hecha para ella. Y así la Hija de la Muerte tuvo un lugar en ese pueblo.

Un día ocurrió algo que cambiaría de nuevo la vida de la Hija de la Muerte. El rey organizaba una fiesta de 3 días en honor a su hijo para buscarle esposa. Todo el mundo, hasta la plebe, estaba invitado, e hizo llegar un mensaje a todos los pueblos de alrededor solicitando dos mozas jovenes y bellas para servir en las mesas de la nobleza.

A pesar de no hablar demasiado, la Hija de la Muerte era como mucho la más hermosa y emanaba de ella un aire especial que no pasaba inadvertido. Como nunca había tenido nombre, la llamaban "Segadora" por su gran habilidad, algo que ya conocía todo el pueblo. Por lo tanto la eligieron a ella y a otra muchacha para atender las necesidades del castillo. 

Una vez allí, tuvieron audiencia con el maestre de ceremonias quien las explicó cómo debían de comportarse, cómo debían de vestir, y qué debían de hacer.

Comenzaron los festejos. Acudieron nobles de todo el país y el populacho del pueblo de los alrededores. Obviamente estaban separados, pero la abundancia de comida y bebida rondaba ambos espacios.

El príncipe fue presentado una a una a las novicias de las familias más ricas, sin ningún éxito. Muchas eran hermosas, pero ninguna era especial. Todas parecían ser una copia de la anterior: la misma forma de hablar, los mismos gustos, la misma forma de caminar y de bailar, y, lo que es peor, el mismo rubor vergonzoso e inseguro cuando hablaban con él. A veces, hasta esa risita histérica que él tanto aborrecía.

Mientras, Segadora (la Hija de la Muerte), se encargaba de servir más agua cuando se lo solicitaban y a permanecer quieta mientras lo hacían. Así pudo fijarse en muchos detalles. En primer lugar, no se le escapó que el rey, era el mismo que aquella vez tenía que haberse llevado. ¿Casualidad? No, ninguna, pero ella no lo sabía. Por otro lado, le encantó ver la cantidad de vestidos preciosos que vestían las doncellas. Y entonces se acordó del suyo. Se fijó en que ya no solicitaban agua, lo que ahora querían era cerveza y vino.

Decidió desaparecer y transportarse a la granja donde se acicaló, se cepilló bien el pelo y se puso el vestido. Gracias a las artes del camuflaje le dió a su aspecto un aire más noble, y volvió a la fiesta. Nadie la reconocería, pues en verdad no se parecía en nada a la Segadora del pueblo, salvo el rostro.

No sabía decir por qué lo hizo, pero su cuerpo se lo pedía a gritos. Quería disfrutar de un buen baile y sentir en su piel lo que era sentirse deseada por algún joven duque que la cortejara. Pero no sólo fueron uno o varios jóvenes quienes trataron de sacarla a bailar, sino el mismo príncipe.

Al principio sólo bailaron, absortos el uno por el otro. Ella no podía hablar pues sentía un mar de sentimientos y emociones aflorando en su pecho, sentía que el vacío que había sentido anteriormente ya no estaba tan hueco. Él, por su lado, al principio quedó en shock por su belleza "casi fantasmal", pues no recordaba haberla visto en toda la fiesta o directamente la hubiera sacado a bailar, ni conocía a nadie como ella. Pero, por otro lado, era la seguridad de sus movimientos, su forma de mirarle a la cara, tan serena, lo que le cautivó del todo.

Varias veces durante el baile el príncipe la preguntó su nombre. Como ella no le decía nada, la propuso un juego de pistas en las que ella debía de darle 3 para adivinar su nombre. Ella aceptó, pues bien sabía que dificilmente podría adivinarlo. Siguieron bailando, sonrientes, por un rato más.

Entonces, el príncipe la preguntó si le apetecía pasear por el castillo en su compañía. Ella quiso decirle que no, pues se tenía que ir a las cocinas a limpiar, pero no sabía cómo decírselo. Aprovechando que en ese momento mandó pedir un par de copas de vino, Segadora se esfumó, no sin antes dejar en su lugar la rosa negra imperecedera que le había regalado su padre.

El segundo día del festejo, ella regresó a la fiesta, y después de servir el agua y no ser solicitada de nuevo, volvió a ponerse el vestido. El príncipe, que la estaba esperando, en seguida la sacó a bailar. Esa noche pasearon por el castillo tal y cómo él le había solicitado la noche anterior. Volvió a preguntarle su nombre, y ante su negativa, habló sobre otras nimiedades. Regresaron a la fiesta, y cómo se hacía tarde, Segadora aprovechó otro despiste para desaparecer, dejando en su lugar el reloj de arena.

La tercera y última noche hizo lo mismo, sirvió el agua, se puso el vestido y bailó con el príncipe. Éste volvió a preguntarle su nombre sabiendo que no obtendría respuesta. Rieron, bailaron, volvieron a reir y así se fue acercando la hora en la que tener que irse de nuevo. Apenada por ser la última noche, miró por última vez al príncipe, que estaba como ausente en una conversación repentina. Así que se esfumó, dejando, por último, el naipe del as de picas.

Sin embargo, el príncipe, había observado las dos últimas noches que, sobre esa hora, la muchacha desaparecía, estaba esperando ese movimiento, para recoger su última pista e irse tras ella para ver a dónde iba. Cuando vió que se dirigía a las cocinas, se extrañó, y antes de entrar, reflexionó una última vez las 3 pistas que ella le había dejado: la rosa negra, el reloj de arena y el naipe. Para la mayoría, estos 3 objetos no tienen significado ninguno. Pero en tiempos de magia, de simbología, de mitos y leyendas y seres sobrenaturales, eran 3 simbolos que sólo conducían a una parte (y más cuando la rosa negra no parecía marchitarse).

Entonces su mente tuvo un momento de lucidez y comprendió por qué su belleza le resultaba fantasmal, por qué algo se removía en su interior al verla, por qué sabía que algo en ella era especial. Entró en las cocinas y la buscó. Ella, al principio, se puso nerviosa pero reflexionando consigo misma se dio cuenta de que era una tontería, el nunca podría saber quién era. Había vuelto a disfrazarse de Segadora.

El príncipe, al pasar por su lado ni la miró. Buscaba a la chica con la que había bailado en esas tres noches, una noble muy hermosa con un gran porte. Sin embargo, movido por aquella sensación que se le formaba cuando estaba con ella, llegó hacia una muchacha de pueblo, de piel morena y curtida y el pelo caído sobre su cara. Se la quedó mirando y al levantarle la cabeza no tuvo ninguna duda. Era ella.

Segadora, al ver que la había reconocido se apartó, y salió fuera de la cocina. El príncipe la siguió llamándola por su verdadero nombre. Al escucharlo, Segadora, o mejor dicho, Hija de la Muerte, se volvió despacio. Le preguntó cómo era posible que supiera quién era ella, y esa pregunta se refería tanto a lo que había sucedido en las cocinas como lo que estaba sucediendo en ese preciso momento.

El príncipe, sonriente, le dijo a la Hija de la Muerte:

- "Cómo no iba a saber quién erais vos, si para el amor no hay secreto posible."

Lentamente sus cuerpos se fueron aproximando mirándose intensamente mientras sus rostros también se acercaban. Y con ese primer beso de amor, Hija de la Muerte se humanizó del todo y pudo casarse con el príncipe y tener descendencia. Por largos años vivieron felices en el castillo, amándose el uno al otro y sintiéndose plenos.

Pero al principio os dije que este no es un cuento como cualquier otro. Ella seguía siendo quién era, aun humanizada. Su querido príncipe envejeció, y sus hijos se hicieron mayores para formar sus propias familias.

Llegó el día en que el tiempo de su marido tocaba su final. Y ella, triste, pero curiosamente serena, se encontró cara a cara con su padre, quien sólo se limitó a mirarla. Entendiendo que la Muerte había sabido desde siempre dónde había estado, asintió.

Sabiendo lo que tenía que hacer, se acercó a su amado, leyó su mente pues quería ver cómo eran los recuerdos de su vida en común. Todo lo que vió era realmente precioso e indescriptible. Él la sonrió, y diciéndole cuánto la amaba, la pidió que pusiera fin a aquella vida tan maravillosa que había pasado junto a ella. 

Al llevarse a su marido, la Hija de la Muerte se convirtió por fin en la Señora de la Muerte, ocupando el lugar que debía y para el que había nacido. Se fue con los mejores recuerdos que podía pedir... los suyos, su propia vida. Y de ese modo, pudo aceptar la siguiente etapa (eterna) que se le ponía por delante.


FIN


Hablemos del cuento:

Voy a contaros qué adaptaciones ha sufrido el cuento del original.

Primero, la figura de la Muerte. La inspiración viene por ese personaje fabuloso del "Mundodisco". A algunos no os sonará pero Terry Prachett logró crear un personaje que aparece en muchos de los libros de esta colección, a veces sólo con pequeñas apariciones, y otras como protagonista o co-protaginista como en "El Segador" o "Mort". Lo que más me impactó es que la Muerte tiene una compañera que es la "Muerte de las Ratas" que le acompaña siempre junto con un cuervo. Además, una chica a la que adopta llamada Ysabell vive con el, y un muchacho y antiguo discípulo llamado Mort. Pero de Ysabell viene todo. ¿Cómo sería que la muerte tuviera una hija, además, una hija especial que pudiera convertirse en humana y dar todos los problemas que Ysabell da a la Muerte en Mundodisco?. Creo que son personajes fabulosos y me han inspirado bastante a la hora de crear esta adaptación.

¿Qué más ha cambiado?. Bueno, aunque sigue el mismo hilo en la historia, he tenido que cambiar muchos de los sucesos para darle un sentido más "real" a la historia. Los motivos por los que huye, los objetos que lleva consigo, la forma de esconderse, de comportarse... la adquisición de su "nombre", así como el encuentro con el príncipe y el desenlace han cambiado.

Especialmente el final de la historia creo que no podía ser de otra forma. Si Charles Perrault tuviera que dar una enseñanza a los jóvenes en la actualidad, a raíz de mi cuento, sería algo así como que "uno no pierde la esencia de quien es realmente, sean cuales sean las circunstancias".

Bueno, tal vez no sea un final a gusto de todos. Tal vez sea mi cabeza gatuna la que inspira finales diferentes o inesperados. Pero si algo he aprendido sobre el folklóre y los cuentos, es que los finales felices no eran la orden del día. He querido ser fiel a esas historias y, no pienso que sea un final alegre o triste, simplemente, es el final.

Espero por lo menos que os haya gustado y os pueda servir como inspiración para vosotros adaptar otros cuentos. Me parece que es una actividad maravillosa para hacer con nuestros alumnos y que desde luego haré, a ver con qué me sorprenden las mentes tan imaginativas de la clase en la que este.

3 comentarios:

  1. La adaptación es una maravilla. Has convertido una historia de "princesas" muy bonita a mi entender, en un relato mucho más cercano y atractivo para los niños actuales pero manteniendo la magia y el encanto de las narraciones y de los personajes folclóricos. La personificación y humanización de la muerte es, precisamente, uno de los motivos folclóricos más utilizados en todas las culturas. En la tradición europea occidental, por ejemplo, suelen encontrarse actualizaciones del concepto de la parca (que viene de las tres parcas o hilanderas) grecorromanas.
    Es una adaptación muy original y muy "tuya" pero respeta total y absolutamente cada uno de los elementos que componen el esqueleto y las enseñanzas (vamos a evitar limitarnos solo a una como Perrautl) del cuento del que partías.
    Está perfecto. ¡Enhorabuena!

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  2. ¡Está genial Bewi!
    Lo cierto es que cuando vi el título de la entrada me llamó mucho la atención que hubieras elegido adaptar el cuento de "Toda clase de pieles" con algo relacionado con la muerte, pues la verdad me parecía muy difícil, sin embargo lo has hecho muy muy bien.
    Estoy totalmente de acuerdo contigo en que el final no podía haber sido de otra manera.
    Lo dicho, me ha encantado tu adaptación.
    Enhorabuena :)

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  3. Qué imaginación. ¿Dónde la he guardado yo Bewi? jajajaja es impresionante.

    Que manera de llegar a algo que para nada esperaba. Me parece un trabajo super complicado, pero es que todo buen trabajo tiene su recompensa.

    Un perfecto. Enhorabuena guapísima

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