La luz tenue de la luna entraba tímida por la ventana, alumbrando a su paso un torso desnudo y relajado, bajando y subiendo el pecho al compás de una respiración profunda y dormida.
Me quedé mirando largo rato ese momento, medio vencida por un sueño que tardaba en llegar y que, suponía, sería más fácil de alcanzar si posaba mi cabeza suavemente en aquel torso que observaba sin parar.
Así, con delicadeza, pasé el brazo por encima para abrazarlo, con temor de despertar a aquella persona junto a la que reposaba... y con aquel ritmo suave y la proteccion y cariño que sentía hacia él, pude (poco a poco) encontrar el sueño también...
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