sábado, 9 de agosto de 2014

Sin rumbo

De pronto, las ganas regresan. Trato de no pensar en ello terminando alguna que otra tarea e inventandome alguna nueva. 

No tengo excusas para faltar a su llamada y mi grado de inquietud aumenta según pasan los minutos encerrado en estas cuatro paredes... Se de sobra que terminaré cediendo a este deseo irrefrenable que me embauca desde hace ya años. No se con claridad por qué trato de resistirme, supongo que aún me niego a seguir cada uno de mis instintos. Pero este me vence.

Me siento un rato, cierro los ojos, respiro hondo. "Intenta contar hasta diez" me digo: "uno.... dos... tres... cuatro... ni de coña". Mis nervios están completamente despiertos e insoportables. Rindiéndome a todos mis impulsos, cojo lo necesario y salgo por la puerta de mi casa. La impaciencia de pronto se adueña de mis pasos y cada metro que me separa de ella es un sufrimiento que no se calmará hasta que la vea de nuevo.

Sin contenerme, me pongo a correr; mi ritmo cardiáco agitado pero no por el cansancio, sino por esa sensación de euforia repentina, ese vacío en el estómago de ilusión contenida. Me parece un camino eterno, con sentimientos cada vez más intensos, tal vez a punto de volverme loco. No puedo quitármela de la cabeza mientras avanzo; su estética, el brillo de su cuerpo, su tacto... Pienso en ti y hacia ti me dirijo.


Una puerta odiosa me separa. "Maldita llave, ¡entra!".... Camino unos pasos más y allí está: flamante, solitaria... mi dama negra... Llego al lugar donde me está esperando, maravillado por su elegancia, por cada detalle que le da forma. Alargo su mano y la rozo levemente... su tacto me estremece vertiginosamente y no puedo evitar sonreirla. Parece que ella me devuelve la sonrisa; también me echaba de menos.

Con la mente en blanco, no puedo evitar seguir acariciándola. "Hablame preciosa" le digo en un susurro... Y girando la llave con suavidad ella me responde con un rugido majestuoso, invitandome a montarme sobre ella y partir sin rumbo hacia ningún sitio.

La primera sensación es magnifica (cuánto tiempo sin tenerte). Después de tantos años la impresión sigue siendo la misma, me siento libre, me siento yo mismo. 

Salgo rápido a la carretera, buscando acelerarla lo máximo posible. Nada de semáforos, nada de tráfico, lo más lejos de la ciudad y su ritmo estresante y abrumador. Sólo quiero sentir el viento, limpiar mi mente, dejarme llevar.

Ella me lleva suave por caminos que yo ni miro... Ya tocará pensar en cómo volver. Por el momento sólo intento desaparecer, evadirme sobre el ronroneo incesante de su motor, dejar que ella y yo seamos uno.

No se cuánto tiempo llevo conduciendo. El sol se ha ido poniendo ofreciéndome un espectaculo de colores anaranjados preciosos que mejoran mi viaje (si aún se podía mejorar). Decido parar mientras los últimos rayos desaparecen en el horizonte. 

Saco un cigarrillo, lo enciendo y pienso que no pueden haber muchos más momentos de paz como ese: Sin ninguna otra compañía que ella reposando a mi lado, el humo del tabaco calmando un vicio que puede que algún día decida dejar y observando los últimos minutos de un ocaso desde algún lugar perdido y sin nada más en mi mente y en mi corazón que el estar sintiendo la belleza de lo que sucede a mi alrededor.




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